miércoles, 10 de febrero de 2010

Erase que se era 8

Todos los enemigos del gobierno y de la Nación unieron sus esfuerzos para crispar a la sociedad y predisponerla contra el jefe del Gobierno, poniendo en marcha esta estrategia desde los primeros instantes, como pudo verse en las manifestaciones de repulsa del atentado, en las que los representantes del gobierno fueron gravemente insultados, dándose casos de intento de agresión.



Lo que no sucedería jamás en cualquier país civilizado estaba ocurriendo en el viejo reino: ante un brutal ataque, el pueblo culpaba la gobierno y justificaba a los asesinos, fueran éstos quienes fueran, dirigidos por los partidos de la oposición y sus medios de comunicación amigos (todas las televisiones, la mayoría de las cadenas de radio y de prensa escrita).
En plena jornada de reflexión electoral el partido de la oposición, con el apoyo de un poderoso grupo de comunicación, animó a sus bases a rodear a toda prisa las sedes del partido gobernante, donde sus dirigentes fueron injuriados, vituperados y agredidos. 



Una maniobra guerracivilista e ilegal, que en cualquier lugar civilizado hubiera causado que se suspendieran las elecciones, pero no así en el viejo reino, que se celebraron en un ambiente de crispación y terror sin igual.



Así las cosas, ganó por escaso margen el partido de la oposición, cuyo cabeza de lista era un mediocre político que en sus muchos años de permanencia en el parlamento siempre había destacado por sus silencios y su inactividad, no conociéndosele iniciativa alguna de provecho (un culiparlante, en definitiva). Un profesional de la política, un hombre de carácter mesiánico y providencialista de escasas y muy radicales ideas, que rápidamente pactó su investidura (por culpa de la nefasta ley electoral vigente) con los secesionistas a los que hizo toda clase de promesas y regalías.



El horror se había instalado en el gobierno. Prueba de ello fue que nombró como vicepresidente económico a un hombre que ya había ejercido tal cargo en anteriores legislaturas y dejó al viejo reino al borde de la ruina, y a este temible sujeto se le ponía como ejemplo de garantía de acierto en la gestión de los asuntos públicos! Se decía de él que había sido un probo servidor del estado durante largos años, queriendo decir que había sido durante toda su vida aun funcionario y que jamás había cobrado una nómina de una empresa privada, de la que hubiera sido expulsado sin miramientos  por su ineptitud probada.



El resto de los miembros del gabinete eran igual de incompetentes, habiendo sido escogidos no por ser los mejores para el desempeño de sus cargos, sino en virtud de su sexo (la famosa igualdad), de lo rancio de su ideología, de su origen o de su proximidad personal al líder.



 

 

El caos llegaba al gobierno del viejo reino, con un gabinete compuesto por incompetentes e iluminados, pero unidos por una rancia y extremosa ideología revolucionaria y su odio común a la Nación. El jefe del gabinete llegó a decir que la identidad nacional del viejo reino era "un concepto discutido y discutible". Semejante estupidez sólo se le podía ocurrir a un mentecato como él, ayuno de conocimientos que le guiasen en su labor, pero llevado por un odio inmenso a sus adversarios políticos.
Así puso en marcha un proyecto de desmembración de la Nación y de reforma de la constitución por la vía de los hechos, pues por atroces que fueran las leyes promulgadas el tribunal constitucional siempre daba su visto bueno haciendo disparatadas "lecturas" e "interpretaciones" del texto, dejando a la constitución vacía de contenido y sin vigencia práctica. 
El jefe del estado miraba hacia otro lado complacido, no se sabe si por desinterés, estulticia o complicidad.

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