miércoles, 3 de febrero de 2010

Erase que se era 7



Y llegó el día de la infamia. El 11 de marzo. 72 horas antes del día señalado para las elecciones. Algo había que hacer, y se hizo.
Esa mañana la capital del viejo reino se despertó sobresaltada por el ruido de las bombas. 




Varias bombas, colocadas en trenes de cercanías que llevaban a sus pasajeros a sus quehaceres cotidianos, hicieron explosión provocando la muerte de 200 ciudadanos y heridas a cerca de 2000 hombres, mujeres y niños de toda edad y condición. 
El horror estremeció todo el viejo reino. A los pocos minutos de producirse la noticia, el gobernante de la región del norte acusó a la banda terrorista autóctona de la matanza. Todos los líderes políticos culparon a los mismos. 
Pero sin el menor recato a las pocas horas comenzó la intoxicación informativa. Una importante emisora de radio (caracterizada por su animadversión al partido del gobierno), sin fundamento alguno, comenzó a difundir que había islamistas suicidas en los trenes. El jefe de la oposición llamaba a los medios difundiendo el embuste.
Y el gobierno cometió errores, el más destacable informar a la ciudadanía de los avances de la investigación en tiempo real, cuando cualificados funcionarios policiales, siempre al servicio de su partido y nunca al del pueblo que habían jurado defender, le estaban traicionando y mintiendo, creando unas pruebas y ocultando otras. El jefe de los servicios de inteligencia juraba y perjuraba al gobierno que los autores de la masacre eran los terroristas autóctonos.
Un golpe de estado de diseño se acababa de dar.
El día anterior a las elecciones unos honrados ciudadanos de origen hindú fueron detenidos por haber vendido unos teléfonos móviles que supuestamente habían activado las bombas. La cadena de radio y el principal partido de la oposición movilizaron a sus gentes para cercar las sedes del partido gobernante. Un famoso (y sobrevalorado) director de cine injuriaba al gobierno acusándole de intentar dar un golpe de estado... 
Creación de pruebas falsas, destrucción de pruebas, policías de partido, jueces corruptos....

1 comentario:

  1. ¿Cabe mayor infamia, mayor desvergüenza, mayor utilización de 192 cadáveres para exacerbar a las hordas que culpaban al Gobierno de Aznar del atentado?.
    En cualquier país de nuestro entorno, por una mentira así, como la que dijo Gabilondo,cuya intención no era otra que derribar un Gobierno democrático,hubiera dado con sus huesos en la cárcel.

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